sábado, 31 de julio de 2010

Memorias de un ángel. Capitulo tercero.

Estaba en una terraza de Milán, tomando un café corto manchado de un hilo de leche tibia, era una mañana oscura, el cielo encapotado amenazaba con romper a llover, pero como la temperatura era templada y había quedado allí con mi hermana, decidí esperarla fuera en lugar de encerrarme dentro del local. Milán me gustaba, me daba igual como estuviese el día, me gustaba aprovecharlo.
Mientras esperaba me puse a cavilar, a recordar el sueño que había tenido la noche anterior, era un sueño recurrente en mi, eran tan reales , tan vividos que me parecían recuerdos, es más cuando los recordaba los vivía como si realmente fueran pedazos de mi memoria perdida.
A veces me hacían sentir,eran como recuerdos, tiempos mejores, días alegres.
Venían a mi imagenes de una mañana, aunque aún no lo sabia, esa mañana y lo que acontencio en ella, cambiaría mi vida.
Era una fría mañana de marzo, creo que era el quinto día del mes, yo apenas contaba con doce años -pero ya era toda una dama-, pertenecia a una poderosa familia de Milán venida a menos, apenas hacia diez dias que nos habiamos trasladado a Florencia desde Milan debido a ciertas discrepancias entre mi familia y otra mucho más influyente que provoco nuestro exilio; mi padre se engañaba diciendo que pronto Florencia seria la ciudad más influyente de italia, y que para nosotros todo esto era una gran oportunidad, así es como mi padre llamaba al destierro: oportunidad.
En aquella desolada mañana, me escape de las faldas de mi institutriz - algo que me encantaba - deambule perdida por las calles de aquella hermosa ciudad, tan bella como extraña para mi. En mi desesperación tropezé con un adoquín resaltado del suelo cayendo de bruces contra el duro suelo; ahí estaba yo, toda un señorita Sforza por los suelos, con mi vestido de seda y cachemir rasgado y las rodillas magulladas. Pero una Sforza mantendria la compostura hasta el final, no lloraria, no haría ademanes ni daría muestras de dolor. Al final unas pequeñas lagrimas brotaron de mis ojos y se escurrieron por mis mejillas hasta mi barbilla quebrando totalmente mi dureza, mi compostura que tantos años de dura educación se había forjado en mi. Fue entonces cuando levante la mirada y lo ví, extendiendo su mano `para ofrecerme un pedazo de tela raída que enjugase mis lagrimas, pese a que no aceptaba nada de desconocidos, solo por el hecho de asistirme sin conocerme, y sobre todo por la sonrisa que me regalo, cogí la tela de sus manos y la acerque a mis mejillas. Pero no creáis que se lo agradecí con buenas maneras, mi condición hacia que tuviera que ser soberbia, y respondí con descarada altivez. Lejos de enfadarse, me siguio sonriendo y se empeño en acompañarme hasta a mi casa.
No le deje pero igualmente insistió, es mas, no solo me acompaño sino que ademas me cogió en brazos- mentiría si digo que me resistí mucho, solo lo justo para que supiera que no era decoroso que lo hiciera- debido al dolor que invadía mi tobillo izquierdo y que no me dejaba pisar bien. no le deje que llegará hasta mi casa, que diria mi padre si me veía llegar con un chico mayor y de una clase, digamos menos pudiente que la mía. 
Así que me dejo a varias calles de distancia. Me dejo no sin antes hacerme prometer que le desvelaría mi nombre, no se lo dije, mientras se alejaba sonriendo me dijo que si nos volveríamos a ver, le respondí -no sin algo de desdén- que quizas, que Florencia era muy grande, a lo lejos me grito su nombre, se llamaba Pietro.
Yo con rubor en mis blancas mejillas le despedí sonriendo y esperando volver a verlo...pero entonces llego mi hermana Zoe y me devolvió a la realidad...aquello solo era un sueño, pero cuando lo recordaba realmente me sentía feliz

viernes, 30 de julio de 2010

Memorias de un ángel. Capitulo segundo.

Un sudor tibio caía por mi frente hasta bañar por entero cada centímetro de mi cuerpo cuando desperté sobresaltado; otra ves el mismo sueño, Santa Maria, el accidente, mi hermano..., todo se repetia cada noche como un bucle cruel desde hacia unos meses, no sabia el motivo por el que volvia a revivirlo todo una y otra vez con una enorme y atormentadora cadencia. Hacia ya tantos años que no soñaba con aquello que inútilmente me engañaba pensando que aquello no había sucedido, que todo era un juego sádico de mi subconsciente, y que Giacommo aun sonreia como cuando jugabamos de niños, que no tuve que ver como su sonrisa desaparecia para siempre tras el accidente, que ya nunca volvio a ser el mismo. Dio la espalda al mundo, a mis padres, a su vida, y yo no pude hacer nada por evitarlo, solo pude presenciar su autodestrucción desde una esquina sin poder hacer que escuchara mis ruegos, sin saber quien ni qué fuerza me retenia ligado al mundo. A un mundo tan cruel que me obligaba a observar como mis padres me lloraban y mi hermano se alejaba del camino, de la luz para acercarse a la oscuridad. Me costó años entender el porque seguia ligado ha aquella existencia sin existir; estaba solo, y debia aprender de todo aquello, debía aprender a no atarme a nada ni a nadie, en mi viaje debia desarraigarme de todo,dejarlos ir; ese aprendizaje se tenia que hacer de la forma más dura posible, sufriendo lo indecible, viendo como la gente a la que amas se va destruyendo poco a poco, y tu sigues ahí. Porque por desgracia para ti, en tu viaje esos sentimientos serian un lastre insalvable.
Al despertar sobresaltado salté de la cama sin saber muy bien que hora era, taciturno deambule por la casa en busca de la cocina para tomar un trago de agua pero al llegar y ver en el reloj que tan solo eran las tres de la madrugada preferí tomar un buen vaso de cacao caliente -y de paso fumarme uno de aquellos pequeños puros que vendían en el bar de Ricky-, para intentar volver a conciliar el sueño. Tras tomarlo despacio me senté en la cocina y empezé a recordar todo lo que habia vivido, todo los años que habian pasado, toda la gente que habia conocido y con la que habia disfrutado, con la que habia llorado, y otra mucha que jamas me hubiera gustado conocer, pero las circustancias de mi trabajo hacian que a veces debiera cruzarme con gente de muy distinta catadura, de la peor ralea. Mientras recordaba se me acercó -subiéndose sigilosamente sobre mi- Pippo, mi gato. De repente recordé lo cerca que estuve del führer, lo que sentí cuando estreché su mano, cualquier persona se sorprenderia si supiera lo que yo supe de él en aquel instante, no siempre fué un monstruo, de hecho dentro de él habia un lider increible que podría haber cambiado el sino del mundo de manera bien diferente a lo que él pretendió, se equivocó de camino y su error se llevó consigo la aniquilación de media europa. Cayó en las sombras pese a la luz que brillaba en él, fué una desgracia, con tanto potencial y como lo desperdicio, como arruinó su vida y la de seis millones de inocentes que pagaron por su ceguera emocional, sus emociones, su temperamentao rara vez equilibrado fué lo que acabo con él Adolf Hïtler que debió ser , creando de paso al monstruo que fué. Y yo pude haber acabado con su existencia, y haber evitado tanto sufrimiento innecesario, pero en aquel momento esa no fué mi misión, nunca lo fué, estuve de paso de una etapa a otra y no pude, no debia alterar el orden de la historia- por horrible que esta fuera-.
Son tantos los recuerdos que me sobrevinieron, algunos más agradables, como cuando me toco estar a lado del Mahatma en su larga enfermedad, recuerdo cuando tras su asesinato tiraron sus cenizas al Ganges, estuve allí, a su lado en ese ultimo trance, porque debía estar, era mi cometido, ese recuerdo lo llevo en el alma...o lo que quede de la misma. Fui yo el que tuvo que hacerle recuperar la fe en el ser humano cuando defendió a los musulmanes en territorio mayoritariamente hindú durante la guerra religiosa que aconteció tras la independencia del yugo británico. Aunque todo lo que he hecho, todo mi trabajo no siempre ha sido trascendente, de hecho la mayor parte ha sido con gente anónima que necesitó mi ayuda, no sabría explicar como sé a quien, ni en donde, ni cuando debo ayudar a alguien, solo sé que salto de un sitio a otro y que cuando llego a mi destino sé a quien tengo que ayudar y el porque.
Despues de cavilar y llevar a mi cabeza viejos recuerdos de experiencias pasadas decidí acostarme de nuevo a probar suerte, quien sabe tal vez al despertar todo se haya acabado, y por fin vuelva a casa, ya estoy muy cansado, y solo quiero descansar, llevo más de seiscientos años aquí, vagando de un lado a otro y solo espero que mi proxima misión sea la última, necesito descansar. Quiero dormir.

jueves, 29 de julio de 2010

Memorias de un ángel. Capitulo primero.

Era una tarde templada, el sol amenazaba con esconderse; pero para gente como mi hermano el sol nunca llegaba a ponerse veían el alba y el ocaso desde el mismo andamio. Mi hermano Giacomo trabajaba a destajo como un centenar mas de personas para concluir las obras de la cúpula de nuestra señora Santa Maria de las flores. Se decia por aquel entonces que la premura que embargaba la obra venia de la lucha de egos que existia entre los arquitectos de la obra, maese Brunelleschi discrepaba siempre con su subordinado- ya que para Brunelleschi Lorenzo Ghiberti no era ni sería nunca un igual por mucho que éste le hubiese ganado en aquel concurso para crear la puerta norte del baptisterio, decia que le faltaba experiencia en un arte tan laborioso como lo era la arquitectura-. Aquellas luchas internas y encontronazos no hacian más que alterar el buen curso de la obra, provocaron tantas interrupciones que el retraso en la finalizacion de la obra era ya considerable, de ahí que mi hermano y un centenar más de artesanos y picapedreros de Florencia ,Bolonia y demas rincones de la toscana tuvieran que vivir en lo alto de la cúpula, en una plataforma ideada por maese Brunelleschi, sujeta con listones cimbreantes y sogas gastadas. Siempre pensé que algun día uno de esos listones iba a ceder y que cien almas darian con sus huesos en el frío y duro suelo de marmol que habia a ciento catorce metros bajo sus pies, y pasó.
Aquella era una tarde calida, vaticinaba otra tibia noche, pero habia en ella algo de especial con respecto a otras tardes, corría un extraño olor a acre que no auguraba nada bueno, me encaminaba a llevarle algo de comida a mi hermano, dos mendrugos de pan y algunas conservas que mi madre le preparaba con esmero, a mi hermano las gachas que hacia el cocinero no le gustaban demasiado, y nosotros aunque pobres hacíamos todo lo posible para llevarle algo de tarde en tarde, hacia la friolera de tres años que no bajaba de allí arriba, todo ello para terminar la dichosa doble cúpula diseñada por maese Brunelleschi. Aquel día quince de septiembre del año de nuestro señor mil cuatrocientos ocho las cosas no iban a ser como a diario, algo cambiaría. Cuando llegué me sorprendió no ver por allí el alguacil, él siempre se encargaba de izar la comida con unas poleas; así que decidí subir por las cimbras hasta uno de los primeros pisos para ver si andaba por allí, no era lo normal, pero tampoco era la primera vez que me encaramaba por las cimbras, y así poder así enviarle a Giacomo su comida, pero mientras subía escuche un atroz sonido que heló todo mi cuerpo, fue un chasquido, que rapidamente reconocí y asocie, se acababa de partir uno de los listones que tantas veces había pensado que podian romperse, lo siguiente que escuché fueron voces, muchas, no sabria decir cuantas, quizá diez , tal vez cincuenta. El murmullo de almas gritando se trasformo en apenas segundos en alaridos estremecedores hasta que de repente se hizo el silencio, un silencio sepulcral, todo se volvio oscuro, las voces nunca llegaron hasta donde yo estaba, todo se ennegreció y no pude ver más, no sabia lo que estaba pasando, lo que habia ocurrido, de repente la oscuridad fué vencida por una imponente luz blanca, surgió de la nada, flotaba, la luz flotaba sobre mi y senti una serenidad y un calma que jamas pensé que pudiera sentir allí en medio de la nada, solo yo y el silencio. De subito desperté como de un largo sueño, un sueño maravilloso del que jamas quisieras despertar, y cuando lo haces despiertas como a un nuevo mundo, una nueva realidad, mas tranquila , mejor y más calida; miré a mi alrededor y ví a mi hermano, estaba pálido tendido en el suelo, manchado de sangre, no parecía estar gravemente herido, intenté hablar con él, despertarlo, pero no lo hacia, no despertaba, no parecía escucharme a pesar de que le grite con todas mis fuerzas, lo llamé a voz en grito pero no conseguí ni tan siquiera que volteara la cabeza para mirarme, no sabia que hacer, no respondia, pero de repente lo hizo, de repente abrió los ojos de par en par, eran grandes y azules, jamas olvidare los ojos de mi hermano como nunca olvidaré su mirada aquella tarde, pero no era a mi a quien miraba,su mirada se centraba hacia el suelo, junto a un gran cúmulo de gente que se arremolinaba en torno a él. No me hizo caso a pesar de que insistia una y otra ves en preguntarle como estaba, pero no respondía, me acerqué a él y entonces lo vi arrodillado sujetando fuertemente un cuerpo inerte y frío, de repente mi corazón se paro para siempre, entonces comprendí, que el cuerpo que Giacomo abrazaba fuertemente entre sus brazos, contra su pecho era el mío, yo era el que habia sufrido el accidnte no él, era yo el que yacia muerto en el frío y duro suelo de marmol bajo la cúpula de nuestra señora santa maria de las flores.