martes, 30 de agosto de 2011

CRONICAS DEL VERANO:SOLSTICIO. PROLOGO

Bueno toda vez acabada Memorias de un ángel y mientras escribo la segunda parte, os iré poniendo tanbien capítulos de mi segunda novel, crónicas del verano, en su primera entrega solsticio. Espero os guste, iré intercalando capítulos de esta novela con capítulos de Crónica de un arcángel-la segunda parte de Memorias de un ángel. Sin más espero os guste.




PROLOGO



Eran las tres de la madrugada, de una fría madrugada de Junio, me encontraba cansado por la monotonía de la vida en la academia, el frío no era lo más temible de la Taunton Academy,  ni siquiera lo era la dura vida en el condado de Somerset anclado aun en el siglo veinte, lo más duro era sentir que allí íbamos todos los hijos cuyos padres se querían quitar del medio, mentiría si dijera que era algo que ya no me importaba, algo que ya no me dolía, dolía del mismo modo que el día que ingrese hace ya once años, he vivido más entre estos lóbregos y añejos muros que entre las paredes de la casa de mis padres, no la considero mía ya que apenas si la recuerdo, hace años que no la piso ni durante las vacaciones ni fiestas de guardar ya que mis padres están de viaje, nunca están en casa y por ende yo tampoco voy, me quedo en la academia o viajo con los emolumentos que mi padre generosamente ingresa en una cuenta a mi nombre, es su forma de decir lo siento supongo, mis padres son ricos, yo solo tengo dinero.
El frío no me hacía desistir de fumarme mi cigarrillo de por la noche, era de lo poco que me consolaba cuando me ponía a pensar en mi vida, allí estaba yo, sentad en la cama mirando por la ventana de mi habitación; las habitaciones en Taunton eran compartidas, pero mi padre se había asegurado de que no la compartiera con nadie, Taunton tiene muchas tradiciones antiquísimas, y la convivencia es una de ellas, pero hay pocas tradiciones que el dinero de mi padre no pueda comprar, pero qué más daba estar solo en la habitación así es como me encontraba encerrado entre esas cuatro paredes de mi buhardilla, siempre desde que tengo uso de razón me he sentido salo, la presencia de nadie podría haber cambiado eso, al menos eso pensaba yo, en los próximos meses mi opinión sobre esto y otros muchos factores de mi vida iban a cambiar, mi mundo entero iba a cambiar de manera inexorable, pero eso aun no lo sabía.
Apagué mi cigarro contra el quicio de madera de la ventana tras exhalar mi última calada y me acosté, pero fueron pocos los minutos que pasaron hasta que mi estomago rugió como una fiera, ese tipo de momentos embarazosos eran el tipo de cosas que no sufría al estar solo. Salte  de la cama decidido a comer algo, como era normal a las tres de la madrugada no estaba abierta la cocina, bueno en realidad para los estudiantes nunca estaba abierta, no podíamos comer nada fuera de las horas de comedor (no se concebía comer entre horas ya que la salud era uno de los pilares de la academia, ya sabéis eso de “mens sana in corpore sano”...pues eso llevado al  extremo), pero eso tampoco era un excesivo problema, llevaba viviendo allí desde los siete años, conocía cada giro, cada recoveco y cada misterioso corredor , cada galería y cada sombra de la academia, podía moverme en la oscuridad ya que con los ojos cerrados era incapaz de tropezar, era en cierto modo mi casa, y de tal manera me dispuso a llegar a la cocina y sustraer de la alacena al menos un par de bollos de miel…lo único problemático podría ser el “perro”, el perro era el sobrenombre que recibía el profesor de física Jason Keating ya que era viejo como él solo, pero un autentico sabueso…bueno en realidad era un ser infame que disfrutaba destrozando los sueños de los chicos bien de la academia (yo era de sus favoritos); cada noche uno de los profesores hacía rondas nocturnas para evitar cualquier suceso extraño, entiéndase como suceso extraño que los alumnos nos escapáramos o bien para salir de fiesta(poco probable) o bien para colarnos en el ala de las chicas (increíblemente probable) o como era mi caso irme a hurtadillas a sisar comida de la alacena.
Así pues con la sombra del perro en mi retrovisor de manera permanente salí de mi habitación y baje las escaleras, siempre pegado a la pared y descalzo para no hacer ruido alguno. Fui de planta en planta sin despegarme demasiado, con mi espalda a modo de ventosa contra el frío muro, cuando llegue a la segunda planta -venia de la sexta- atisbé a escuchar unos pasos y vislumbre lo que era la luz de una pequeña linterna que se aproximaba bajo el dintel de la galería este, el lado de las chicas sin lugar a dudas era él, tragué saliva y contuve la respiración, estaba demasiado cerca para tratar de ocultarme solo esperaba que pasar de largo sin enfocarme, quizás las sombras cuidarían de mi esa noche como lo habían hecho otras tantas. Se aproximaba y el silencio era tal que solo escuchaba sus pasos y mi corazón, entonces paso ante mí y pude respirar, el personaje venia enfundado en una suerte de manta de la que solo salía la tenue luz de la linterna como si de un ciclope se tratara, no me vio pero yo a él sí y de un golpe seco le quite la manta y bajo ella estaba como no el americano, Jonas era un estudiante norteamericano muy propenso a las visitas nocturnas a las chicas.
-          ¿De qué habitación vienes esta noche tres jotas?
-          ¡Coño! que susto me has dado tío, creí que eras el perro.
-          Y yo creí que tú eras él.
-          Para nada tío, el es muy ruidoso y yo soy muy sutil.
-          Eso no es lo que comentan las chicas.
-          ¡Ja ja, ya eso…!. ¿En fin adónde vas?
-          A la cocina a comer algo, si quieres acompañarme eres bienvenido.
-          Gracias pero créeme si te digo que yo vengo bien cenado.
-          No quiero detalles.
Sin más se despiden sin decirse mucho más el uno al otro salvo sonrisas socarronas cruzadas. Antes de alejarse Jonas gira y susurra algo:
-          ¡Shhh!, vengo de la habitación de Tonya.
Sin molestarme en responder levanto la mano haciéndole saber que me parece muy bien y sigo mi camino esta vez más tranquilo, hasta llegar al vestíbulo, una vez allí me escurro hasta el montacargas que hay cerca de los aseos y que se encuentra oculto a la vista y que lleva directamente a la cocina, para mi desgracia el mantenimiento lo lleva Suchy… que es de esas personas que no tiene mucho amor a su trabajo lo que lleva al hecho de la falta de aceite de los engranajes y las levas del montacargas que suenan y chirrían por toda la academia, mi misión secreta se acaba de convertir en vox populi para mi desgracia. Este desgraciado accidente me hace toda vez que salgo del montacargas en la cocina correr hacía la alacena y abastecerme con varios bollos de miel y pequeñas napolitanas de crema –no contaba con las napolitanas, pero se agradecen- . Tras cargarlo todo en un pequeño saco que forma con la parte baja de la camisa de mi pijama salgo corriendo por la puerta de atrás de la cocina, el montacargas –lento para las huidas-  queda desechado. Veo luces que se cruzan, entiendo que el montacargas ha avisado a alguien más además de al perro, es hora de tragar saliva y hacer algo realmente loco y arriesgado como salir al patio trasero y tratar de escalar hasta el segundo piso apoyándome en una de las tapias de la casa de Suchy; dicho y hecho llevo a cabo mi plan “suicida” consiguiendo encaramarme a duras penas hasta el segundo piso, para mi suerte uno de los ventanales del pasillo está abierto con lo cual no tendré que tocar a nadie para que me abra, la verdad es que no es hora de tocar a ninguna ventana, además si toco a la equivocada al día siguiente todos sabrían lo que habría hecho empezando por el director, el compañerismo brilla por su ausencia- según quien- si se puede conseguir una distinción por denunciar a un compañero por conducta inmoral y delictiva en este caso.
Me agarro a la cornisa de la ventana y me meto por ella, aunque no he perdido ningún bollo, estos están un tanto aplastados, aunque el estomago no hace distinciones. Ya en el segundo piso subo hasta el sexto pegado a la pared y muy despacito para tratar de no llamar más la atención esta noche y llegar a mi habitación, en que mal momento estaba tan arriba la dichosa buhardilla, pese a todo pasadas las cuatro de la mañana llegue a mi habitación y la cerré con llave a mi espalda, por fin había llegado, cuando me senté en la cama y saque los bollos y las napolitanas caí en la cuenta de que entre el estrés y el cansancio había perdido el apetito. De repente tocaron a la puerta y temí lo peor, me habían visto, trague saliva y abrí la puerta ante mis ojos y con asombro descubrí tras la puerta a Jonas el americano.
-          ¡Joder cuanto has tardado!, espero que al menos hayas traído algo que comer que a mí el esfuerzo físico me da hambre, como dijiste que ibas a la cocina por priva decidí visitarte y compartir contigo esta suerte de brunch de madrugada.
-          Pasa y sírvete.
Aquella noche por primera vez en años no estaba solo y por alguna extraña razón con Jonas allí tampoco me sentía así, era pesado y fanfarrón pero si socavabas bajo varias capas-muchas quizás- no era un mal chico ese yanqui.

3 comentarios:

  1. Hola! Muy buen blog, pero no he podido leerlo muy bien, puesto que el formato de letra hace que se force la vista mas de la cuenta, tampoco el color ayuda, si lo cambiaras lo leeré encantada!

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  2. Este prólogo me ha ENCANTADO!! Llevo un par de meses esperando que publiques segunda parte, o primer capítulo, espero que tengas suficiente tiempo, porque estoy en fase de Desesperación! jajaja!

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  3. Apenas recién acabe el 1er capitulo pero lo voy a subir al nuevo blog (exclusivo para Crónicas) en cuanto lo cree vuelvo a subir el prologo y el primer CAP. Pondré un enlace desde aquí.

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