La mañana era fresca en Roma, apenas si había amanecido y ya se dejaban ver coches de carabieniris por las vías más importantes de la ciudad eterna.
Por la plaza de San Pedro, la misma que había diseñado y creado el gran Bernini se empezaban a amontonar fieles y beatos que buscaban ver unos minutos al papa, por su parte tambien empèzaban a llegar los grupos organizados de turistas, ávidos de ver la capilla sixtina y a la guardia suiza con su imperturbable quietud.
Mientras todo esto acontecía en la superficie, bajo la misma se urdían temas más escabrososos y oscuros.
En las entrañas de la ciudad, bajo metros de hormigón y asfalto de la vía salaria se encontraban las catacumbas de santa Priscilla, en un pequeño reducto escondido de los primeros cristianos se hallan tres figuras, dos en pie y una sentada y atada a una silla.
De los que están de pie, destaca un hombre calvo de frente ancha, de un metro ocheinta y tantos, de unos cuarenta años, de complexión atlética, tal vez demasiado musculado y fibroso para su edad, con traje claro de lino cubano y una corbata negra larga y estrecha con el nudo medio deshecho.
A su lado otra figura rapada algo más baja en estatura pero muchisimo más ancha que la anterior, lo que podriamos describir como una mole, viste una camiseta gris de tirantes manchada con pequeños circulitos marrones y unos pantalones militares de camuflaje, sus brazos estan adornados por tatuajes, unos de origen maorí y los demás de caracter carcelario, algunos tipicos del presidio ruso y otros más extraños recuerdan a los centros penitenciarios albaneses.
Frente a ellos un hombre de pelo castaño despeinado y complexion normal, vestido con una camisa blanca bañada por el carmesí de su sangre y unos pantalones negros, un corbata desanudada y zapatos blacos de reptil completan el conjunto. Con la mirada baja y la cabeza reclinada hacia adelante, se atisba a ver como la sangre brota abundante de su imflamado labio inferior, de su nariz rota y de su ceja derecha partida, tambien por su oído derecho se deja ver un fino reguero escarlata.
De entre los individuos que estan frente a él, se advierte rapidamente quien de los dos esta al mando, ya que el porte firme y majestuso del individuo del traje de lino deja ver a las claras una sotificación y un aura dominador que el otro individuo ni tan siquiera rezuma en lo más minimo.
- Jefe, ¿Para que tenemos aquí a este sabelotodo...?.No es la primera vez que nos tratan de engañar y nunca hemos cogido a nadie por eso, como mucho se ha encargado el tema a un sicario...pero esto de traerlo aquí, no lo entiendo, ¿De que nos vale?.
- A ver Gorki te llamas ¿no?. A esta rata no la queremos para nada, el es simplemente un conducto, un cebo...¿Que crees, que él nos encontro?...no fue así, fuimos nosotros los que entremos en su circulo, porque nos podia servir como reclamo para un fin superior, él no es nadie, es una mancha más de este mundo infecto al que hay que purgar....que más me importa a mi o al jefe lo de su pequeña estafa. Nuestras multinacionales, nuestro dinero, todo son tapaderas para un fin mayor Gorki....cuando el nos traiga la sangre derramada, entonces te lo dejare para que lo tortures hasta que mandes su desgarrada y desvencijada alma al infierno.
- Esta bien jefe, entonces ¿Le puedo seguir pegando no?, mientras lo mantenga vivo puedo divertirme un poquito más con él, ¿no?.
- Gorki, no eres más que un pobre diablo, otro gregario estupido más que me han mandado...sois todos iguales...haz lo que quiera, pero que respire al final de cada día..o seré yo personalmente el que desolle tu alma negra, ¿Entendido Gorki?.
- Sí jefe, procurare que respire.
El personaje más alto y esbelto se va con paso firme y que resuena como un eco atroz por los miles de angostos pasajes que conforman los tenebrosos y lóbregos ramales ocultos de las catacumbas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario